En este tercer libro dedicado a la familia Bridgerton, la autora Julia Quinn, retoma la idea de la Cenicienta: una chica de aparentemente bajos recursos que asiste a un baile, se enamora y se enamoran de ella, huye y luego debe ser encontrada por el objeto de su afecto. Si bien desde el inicio los lectores sabemos que todo saldrá bien al final, fue entretenido ir descubriendo de qué manera se acomodan los hechos.
En esta ocasión el centro de la atención es el segundo hermano, Benedict, quien se supone que es el artista pero no se desarrolla tanto esa faceta suya. En cambio, lo conocemos como un sujeto que quiere lo que quiere cuando lo quiere, en lugar de proponerle matrimonio desde el inicio a la chica, le propone que sea su "querida". Así, la trama se alarga un poco más, pero el personaje no queda muy bien como caballero.
El objeto de su afecto es Sophie Beckett, la hija ilegítima de un conde, quien vive en la misma casa que su esposa y recibe la misma educación que sus hijastras pero nunca es reconocida. Obviamente el conde muere y su madrastra la trata como sirvienta. Cuando finalmente debe abandonar la casa, será rescatada por Benedict. Yo tenía toda la intención de que el personaje me simpatizara pero nada más no lo logré.
Mi personaje favorito es la mamá Bridgerton pues no solamente demuestra más sensatez que su hijo sino que desde el principio acepta la situación desventajosa de Sophie y no le importa. Además su participación es esencial para que el matrimonio se logre. Obviamente no lo hace por la chica, sino por ver a su hijo casado, pero por lo menos es amable y usa su posición para bien.
Me parece que hasta ahora es la historia con más pasajes sexuales y menos romance en sí, pero sigue siendo adictivo querer saber cómo se llegará al resultado: la boda.
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