domingo, 28 de febrero de 2010

El vestido

Ya teníamos la cita en el registro civil, ya teníamos la casa, ya teníamos (casi todo) lo de adentro, ya habíamos contratado el teléfono… ¿qué faltaba? Mmm… nada más el vestido. Si bien no estaba planeado un evento masivo, la idea era verse bonita, ¿no? Así que el lunes (sí, un día antes del matrimonio) mi mamá y yo nos dimos a la tarea de buscar el vestido indicado. Fue por mí a la salida del trabajo y fuimos a un centro comercial. Teníamos dos horas (más o menos) para encontrar el vestido. Y los zapatos.

Empezamos el recorrido y me medí un vestido rojo. Lindo, pero la verdad no me veía casándome de ese color. De hecho, antes de entrar al probador, al momento de elegir las prendas, me preguntaba a mí misma: ¿me veo casándome con este vestido? Así deseché bastantes, aún antes de probármelos. Cuando íbamos por la cuarta tienda, el desasosiego empezaba a inundarnos. Finalmente entramos a una tienda cara que no habíamos considerado, empezamos a recorrerla y casi al fondo, ahí estaba. Sólo para asegurarnos, me medí otros dos, pero el que nos había visto desde que entramos fue el elegido.

Pagamos y salimos a buscar los zapatos. La mala noticia fue que ya pasaban de las ocho y muchas tiendas ya estaban cerradas. Y luego, en una de las que todavía estaban abiertas, vimos unos que quedaban muy bien pero sólo eran de muestra. ¿Existen los zapatos “sólo de muestra”? Parece que sí. Ya con los ánimos por los suelos, entramos a la única tienda departamental que seguía abierta y ahí estaban: el tacón un poco demasiado alto (pero para ser sinceras, cualquier tacón era demasiado alto, ya que no los acostumbro) pero bien. No eran el tono exacto del vestido, pero combinaban. Alegría y felicidad.

viernes, 26 de febrero de 2010

Las invitaciones

El mismo día de la mudanza fuimos a avisarles a los abuelos de mi novio. Llegamos a la casa bastante tarde y estaban dormidos. No habíamos comido y uno de los tíos amablemente nos invitó a su casa, para conocerla. Platicamos con él y quedó de asistir al evento. Regresamos a la casa de los abuelos y ya los encontramos despiertos, mi novio primero le dijo a su abuela y a su tía y después fuimos con el abuelo. Fue muy lindo, nos escuchó, nos platicó y nos felicitó. Listo, abuelos avisados y confirmados.

Yo ya estaba muy tranquila porque mis consanguíneas ya sabían, pero el domingo antes de la boda me asaltó de nuevo el pánico. Si bien la boda era entre semana, a una hora imposible para la gente que trabaja, igual tenía que invitar a algunas personas. Les llamé a dos tías que aseguraron ir y a una amiga compartida con mi mamá. Luego me asaltó una duda: no soy una persona de muchos amigos pero tenía una amiga de la prepa, reencontrada hacía relativamente poco, a quien tenía ganas de invitar. Por una u otra razón no le había podido decir en vivo, justo el viernes anterior habíamos quedado de vernos y al final de cuentas no se pudo. Me daba “cosa” llamarle y avisarle, así que no lo hice. Sé que fue una mala decisión pero no me parecía una noticia que se podía dar por teléfono. Ahora quisiera haberle dicho, pero ya no es posible. Esperemos que nos volvamos a reencontrar.

La mudanza

El viernes obviamente tuve que ir a trabajar y de regreso, en lugar de ponerme a empacar, ni me acuerdo qué hice. Un consejo realmente valioso: empaquen con tiempo, por favor, háganlo.

El fin de semana anterior al matrimonio, era el indicado para hacer el traslado de mis cosas, de la casa de mi mamá a nuestra nueva casa. Y hablo sólo de mis cosas, porque las de mi novio habían cabido en unos cuantos viajes en el coche de su mamá. El sábado 6 era el día programado para la mudanza, si es que queríamos irnos al departamento justo después del evento. La parte relativamente sencilla fueron mis libros, si bien fueron ocho cajas de buen tamaño llenas, los descartados ya estaban ubicados y sí había empezado desde antes. Pero no sólo había libros en mi cuarto: ropa y cosillas. Y cuando digo cosillas ni yo misma sé a qué me refiero. Adornos, recuerdos de cuanta cosa y fotocopias, millones de fotocopias. De la licenciatura, de la maestría, de cursos, libros completos, capítulos, hojas sueltas, ejercicios de gramática, actividades para las clases, tareas (mías y de mis estudiantes), kilos de papel. La gran mayoría se fue sin escalas al reciclaje y obtuve como treinta pesos (después de tres viajes a la recicladora). Pero quedaron muchas todavía, libros que no sé si algún día voy a volver a leer, que no sé qué hacer con ellos porque ahora son como de otra vida. Es decir, de una vida que ya viví, que ya no es parte del futuro, nada más está ahí como testimonio de lo que pude hacer, de lo que en un momento me gustó. Y precisamente ése es el mayor de mis problemas: esos testimonios. Así que de lo que no me pude deshacer en el momento, se juntaron otras cuatro cajas. Incauta, cuando fui a preguntar por el flete y les dije que eran sólo seis cajas de libros. Ajá.

La ropa es tema aparte. Como ya tenía el tiempo encima, sólo tomé bolsas negras (de ésas enormes, para la basura) y la eché ahí, sin ton ni son. Error. Gran error. Estuvieron varios días en el cuarto número dos esperándome para que las fuera a abrir. Cuando me decidí, fue difícil decidir qué iba a desechar. Se quedó otros días la ropa en montones, nada más. Finalmente me pareció que la mejor manera para decidir era considerar el espacio del que disponía y nada más. Una porción del clóset del cuarto número 1 y otra porción del cuarto número dos. Dos cajones y un mueblecillo que compramos, con tres cajones. No más. Debía reducir mi ropa a eso. Y creo que lo logré, aunque sé en el fondo de mi corazón que una porción debería irse, pero tampoco tuve corazón para hacerlo, ya lo haré algún día.

Y para terminar, mi colección de Igores. Un recipiente grande de plástico, dos bolsas y una caja. Tal vez demasiados. Y tampoco sé qué hacer con ellos.

martes, 23 de febrero de 2010

Los consanguíneos

Realmente el problema eran mis consanguíneas. La única que sabía de todos mis ataques de pánico era mi madre. Ni mi abuela ni mis tías y mucho menos mi tío, lo sabían. Digo, sabían que queríamos casarnos, se los había contado por navidad, pero de ahí a que ya tuviéramos todo, pues no. No se los dije porque tenía miedo de que agudizaran y empeoraran mis ataques de pánico, ya tenía suficiente conmigo misma.

La cita la hicimos el miércoles 3 y el jueves 4 fuimos a decirles. Se sorprendieron, se horrorizaron por la cercanía de la fecha y más porque era entre semana, pero al final se alegraron con y por nosotros.

En cuanto a los consanguíneos de mi novio, lo tomaron con mucha más calma. En defensa de mis propias consanguíneas, debo aclarar que soy hija única y que por muchos años también fui sobrina y nieta única, así que el evento era casi único. En cambio, los consanguíneos de mi novio son muchos, su hermana ya está casada y tiene niños y su hermano está planeando también casarse, así que es algo mucho más usual.

Un día más cerca del martes. Mezcla de emociones.

domingo, 21 de febrero de 2010

El anuncio en el trabajo

En mi trabajo solamente sabían mis dos compañeras de área, quienes me hicieron el enorme favor de decirle al jefe que iba llegar tarde. Así que cuando llegué y les empecé a contar la odisea que habíamos pasado, el jefe se enteró al escucharme. Me felicitó y me dio permiso de faltar. Alegría y felicidad. Vuelvo a la oficina y mis compañeras me preguntan si ya les dije a los demás. No, por supuesto. Me animan a que vaya en ese momento, que están reunidos casi todos. Voy y cuando les digo por qué había llegado tarde, sus caras son de sorpresa, más que otra cosa. Me hacen algunas preguntas y yo no puedo dejar de sonreír. Hay una pareja que está planeando casarse, a quienes espero les resulte útil de alguna manera esta página.

sábado, 20 de febrero de 2010

Los testigos (otra vez)

Saliendo del registro civil nos dirigimos cada uno a nuestros trabajos, ya muy tarde. En el camino (que se hace eterno porque tuve que cruzar el centro), como no me acuerdo del horario de sus clase, le mando mensajito a mi testigo, avisándole del cambio de día. Me contesta que va a buscar a alguien que la sustituya en sus clases. Pánico y terror. Mientras me agobio porque me diga que no, como lechuga y el resto de los pasajeros me ve raro. A lo largo de la tarde, me contesta que sí, que no hay problema, ya encontró quién la sustituyera y ya le avisó a la jefa. Alegría y felicidad.

viernes, 19 de febrero de 2010

3 de febrero: la cita

Salimos del archivo con las actas de nacimiento, tomamos un camión y llegamos a la papelería por las copias de todos los documentos. Dejamos esto para el final-final para no tener que ir dos veces. Afortunadamente no hay mucha gente, pero ya son las once y media y como en la información dice que sólo se hacen las citas de 9 a 12, le digo a mi novio que se vaya adelantando, por si hay que tomar ficha o algo. Me quedo en las copias, me las entregan y cuando voy llegando al registro civil, veo a mi novio saliendo. Tengo un fugaz pensamiento de horror: ya no atienden, se incendió el lugar, ya no hay nadie, qué sé yo. Me tranquiliza cuando me dicen que hay que esperar a que el oficial se desocupe. Se va a mi casa al baño y yo entro a esperar.

Entro al registro, subo las escaleras y la oficina que el sábado que fui a pedir informes estaba vacía, hoy luce casi como un pandemónium: mucha gentecilla, teléfonos sonando, pánico y terror en los rostros de quienes van a hacer trámites. Me siento a esperar, como me había dicho mi novio. Me fijo en que hay tres escritorios con su correspondiente secretaria, parece que todas trabajan con el oficial. Escucho a una de ellas (la de más al fondo) preguntarle a una muchacha si va a entregar documentos. La pobre mujer la ve espantada y nada más mueve la cabeza negativamente. Así que me acerco y le digo que yo sí voy a llevar documentos. Me dice que me pase, me siento y me va preguntando por los papeles: todo bien, de hecho, se sorprende de que lleve todo. Me pregunta que para cuándo quiero la cita y cuando le digo que para el sábado 13, me dice que se llenaron todos los lugares desde el día anterior. Pánico y terror. Me pregunta si quiero las direcciones de otros registros, para ver si allá tienen cupo. Obviamente le digo que no. No me imagino a mi novio y a mí saliendo de ahí y yendo a otro registro, además de que ya no es hora y cabe la posibilidad de que los requisitos sean diferentes. Le pregunto que para cuándo hay fecha y me dice que nada más el oficial sabe. ¿Que no me acaba de decir que ya no haya para el sábado? Bueno, entonces hay que esperar al oficial, porque está en un matrimonio.

Mi novio y yo nos vamos a las comodísimas sillas a esperar. Ya son las doce y el dulce sujeto no aparece. Yo me empiezo a poner nerviosa, ya nos checaron los documentos, prácticamente ya sólo es cuestión de decir cuándo y eso es precisamente lo que me agobia. ¿De verdad es posible que ya esté lleno el día? Sí, así parece. Mi novio trata de tranquilizarme, pero además me agobia la hora, yo había pedido permiso en el trabajo y confiaba en llegar antes de la comida. Al paso que íbamos, no lo iba a lograr.

Finalmente baja el oficial pero atiende a otra pareja antes. Nos ve y nos dice que tiene que subir, que lo esperemos. Ni modo, a sentarnos otra vez. Mi novio sugiere que me vaya al trabajo. Obviamente me niego, digo, si ya pasamos por todo eso, mínimo voy a llegar con la fecha confirmada. Esperamos y once minutos más tarde, baja el oficial y pasamos a su oficina. La secretaria ya le había dado los papeles, los revisa y también se sorprende de que tengamos todos los requisitos. Pregunta que para cuándo queremos, que están libres el lunes y el martes siguientes, nada más. Me agobio un poco, porque entre semana será mucho más difícil para nuestros consanguíneos acompañarnos, pero ya estamos ahí y no vamos a pasar otra vez por el chistecito de los análisis clínicos. Así que nos volteamos a ver y decidimos que el martes. Mi novio le dice que el martes, lo más temprano posible. El oficial le pregunta que a qué horas, a las diez o las diez y media. Le responde que a las diez y media. Y listo, escribe el nombre de mi novio (porque aparentemente yo tomé una fórmula de invisibilidad en cuanto entré a su oficina y no se ha dirigido a mí ni una sola vez) y le pregunta si “va preparado” Asumimos que del dinero y le dice que sí. Le da un papelito para ir a pagar abajo.

Salimos de la oficina y abajo hay una ventanilla especial para pagos de matrimonio, qué bueno, porque hay un montón de gentecilla haciendo otros trámites. Con todo y el añadido que harán en el acta de nacimiento de mi novio (nota mental: revisar qué onda con mi acta del DF), son nada más doscientos diez pesos. Vaya, finalmente algo barato. Subimos a la oficina del oficial a entregar el papelito y otra vez hay que esperarlo. Cuando nos atiende, nos dice que pasemos con la “güerita” para que nos atienda. Vamos con la “güerita” y justo acaba de salir. Otra vez nos sentamos a esperar. Vuelve y lo que hace es capturar nuestros datos en la compu y sacar una copia de lo que será el acta de matrimonio, para revisar todos los datos. Hay un error, lo corrige y la volvemos a ver. Le decimos que está correcta y nos da una hojita donde dice la fecha y el día para la cita y además incluye una nota escalofriante: si uno de los dos testigos anotados no está presente el día de la ceremonia, no se puede llevar a cabo. Pánico y terror, mi testigo trabaja. Bueno, lo importante era que ya estaba lista la cita: alegría y felicidad.

3 de febrero: las actas de nacimiento

Mientras esperaba a ser llamada por segunda vez, sonó mi celular. Era mi novio, con la agradable noticia de que en el registro civil al que fue por su acta, no había luz. Pánico y terror. Le digo que vaya al Archivo Estatal, le explico como puedo y le digo que en cuanto me desocupe voy. En cuanto salgo, cruzo la calle y tomo el camión. Antes de llegar con él paso al banco a retirar dinero para hacer el famoso pago de la cita del matrimonio civil. Llego al Archivo Estatal y me lo encuentro en la puerta con un esbozo de cara de terror: su CURP tiene un error y se van a tardar hora y media en darle su acta, cuando normalmente se tardan diez minutos. Pánico y terror. Me dice que con una copia del acta tal vez le den la nueva copia más rápido, así que me doy a la tarea de ir a mi casa por la copia. Rauda y veloz tomo el camión, llego, tomo el acta, hago una parada técnica y vuelvo. Le doy la copia, se pasa a la ventanilla y nada, igual hay que esperar hora y media. Ni modo, aprovechamos el tiempo para ir a desayunar mientras nos quejamos de los millones de requisitos y con la firme esperanza de lograr ese día conseguir nuestra cita para el día 13. Ingenuos.

Volvemos al archivo y como todavía falta un rato, llenamos la presolicitud, también llena de rasgos machistas, como el hecho de que sólo haya un espacio para el domicilio de los padres. Diez minutos antes de que se cumpla la media hora, mi novio va de nuevo a la ventilla y vuelve con dos copias recientes de su acta. Alegría y felicidad.

jueves, 18 de febrero de 2010

3 de febrero: la cartilla de la mujer

Al salir de la Cruz verde, nos dirigimos al tren ligero y cual película trágica, nos despedimos de andén a andén, con unos vagones de por medio. Me quedo esperando unos dos minutos más, me subo y llego presurosa a Salubridad. Seguía lloviendo y supongo que por eso sólo había tres personas antes que yo. Me dan mi ficha, espero como cinco minutos y paso al consultorio/tráiler/camper. Les digo que voy por la cartilla de la mujer. Me dicen que necesito mi CURP, mi tipo de sangre y una foto tamaño infantil. Les digo que ya los llevo. Me preguntan que para qué la necesito. Les respondo que para casarme. Empiezan a llenar el documento, que a simple vista es exactamente igual que mi tarjetón de citas del Seguro Social. Cuando terminan, me preguntan si me voy a vacunar. Les digo que no, que nada más quiero la cartilla. Me convencen de que “aproveche” que ya estoy ahí y me vacune. Cedo y espero otros cinco minutos a que me vuelvan a llamar. Por cierto que en el rato que estuve dentro del consultorio/tráiler/camper, un señor llegó a vacunarse y como era en la pompa, nos sacaron a todos y cerraron la puerta: cuando a mí me tocó el turno, nadie se molestó en hacer nada de eso y simplemente me inyectaron.

Mientras llenaban mi cartilla, llegó una dulce mujer a pedir informes al respecto, también para casarse y puso una típica cara de pánico cuando le recitaron los requisitos… nadie le había dicho que necesitaba eso y creyó que simplemente se la darían y ya. Ingenua.

Menos de una hora después de haber llegado, salgo radiante y con dolor de pompa, con mi cartilla de la mujer y a cumplir el siguiente punto: las actas de nacimiento de mi novio.

miércoles, 17 de febrero de 2010

3 de febrero: el certificado médico

El día D llegó y amaneció lloviendo, ¿sería eso uno de los factores que influyeron en los resultados del día? Misterio.

Llegamos a la Cruz verde pasadas de las siete y nos tocó la ficha 17.Esperamos hasta las 7:40 a que abriera la caja y unos diez minutos después fue nuestro turno. Me acerco y pido dos certificados médicos. Me preguntan que para qué. Para matrimonio, contesto. Ya traen los análisis, me preguntan. Sí, les contesto. Entonces van a ser 334 pesos. ¿Qué? ¿Por qué? Porque el formato que nos mandan de tesorería eso cuesta. Pero si ya traigo los resultados de los análisis y nada más necesito un certificado médico. Sí, pero le estoy diciendo que el formato que nos mandan de tesorería eso cuesta, es la certificación de los análisis clínicos. Entro en pánico y le pregunto a mi novio si trae esa cantidad de dinero (yo había pensado que los certificados médicos costarían $26, porque ya llevábamos los análisis, oh, qué ingenua), me dice que sí y nos cobran. Afortunadamente el precio es por los dos e incluye los certificados médicos y la certificación. Nos piden los resultados de los análisis, copian nuestros datos, los checamos y nos dan el recibo de pago y el famoso formato de tesorería. Un papel con nuestros nombres y un párrafo comiquísimo donde dice que ninguno de los dos sufre de enfermedad alguna, ni física ni mental. Listo, vamos con el médico por el certificado. Momento, no, lo primero es ir por el sello (la certificación) a la dirección. Ok, allá vamos. Pequeño detalle, no hay nadie. Obvio, todavía no son las ocho.

Esperamos y mientras leemos con detenimiento el dichoso formato. Jocoso involuntariamente. Dan las ocho y no llega nadie. Voy a preguntar a la recepcionista del área de consultorios si hay que pedir ficha o si respetan los turnos. Para llegar allá debo salir al mundo exterior, y sigue lloviendo. Llego y obviamente me dicen que primero necesito el sello y que no respetan el turno, que es como van llegando… ¿entonces para qué la primera ficha? Pues para el cobro… Regreso y afortunadamente un hombrecillo se apiada de nosotros y nos pone el sello. Bien, ahora de regreso a los consultorios. Llegamos, dejamos el recibo de pago y le aclaramos a la recepcionista que ya tenemos los resultados de los análisis. Nos sentamos a esperar y esperar y esperar, hasta que un médico dice el nombre de mi novio. Cabe aclarar que en los más de veinte minutos que estuvimos esperando pasaron más de tres médicos “sin nada que hacer”. Entramos al consultorio y nos dice que no encuentra nuestros resultados de los análisis. Le digo que ya los traemos, que ya le había dicho a la recepcionista. Ok, parece que hay que recordárselo. Llega otra doctora y así cada uno nos toma los datos y rellena el formato de cada uno de nosotros. En cinco minutos estamos fuera. Bien, punto uno, completado. Salimos y cada uno se va para un lugar: yo a Salubridad y mi novio al registro civil por su acta.

martes, 16 de febrero de 2010

Lo de adentro

Además de todas las peripecias para reunir los millones de requisitos para el matrimonio civil, estaba el asunto de la casa y lo de adentro de la casa. Como ya teníamos la casa, ya se había firmado el contrato y toda la cosa, de verdad urgía lo de adentro. El plan era irnos justo después del matrimonio, con todas las cosas de adentro listas y esperándonos para ser utilizadas. Ajá.
Lo primero que hicimos fue hacer viajes de exploración. En los primeros dos no se me ocurrió anotar nada, gran error. En los siguientes, sacaba mi libretita y anotaba todo: marca, modelo, color, precio.


La idea era comprar lo basiquísmo nada más, como la estufa venía en el departamento, sería el refri, la cama, el comedor, la licuadora, la plancha y la sala. Para los muebles ya habíamos elegido el lugar (
http://mueblerialaunica.com/ ) y las cosas, la sorpresa llegó el día que ya íbamos decidimos a hacer el pedido: se tardan 30 días hábiles en entregar. Pánico y terror. Pues ni modo, los precios nos habían convencido, así que igual hicimos el pedido. Afortunadamente, la señorita que nos atendió nos dijo que probablemente la cama la podían entregar esa semana, que le habláramos al día siguiente. Le hablé y después de varios intentos de comunicarme, me dijo que mejor hablara directamente a la bodega. Así lo hice y me dijeron que sí podían entregarla, pero que le s hablara al día siguiente para confirmar. Cuando les llamé me dieron la buena noticia de que estaba la recámara entera y además el comedor. Alegría y felicidad. El único detalle fue que no podían dar horario de entrega así que tendría que irme el sábado toda la mañana al departamento para esperarlos. Y así fue, a las tres de la tarde llegaron, raudos y veloces dos hombrecitos a dejar las cosas. Más alegría y felicidad.


Ahora, para los electrodomésticos, hicimos varios viajes de exploración. La mamá de mi novio ofreció amablemente prestarnos su crédito FONACOT porque ninguno de los dos había cumplido un año en su trabajo y no podíamos utilizarlo. Por precio y por el tipo de crédito decidimos ir a Ekar de gas. Todo bien, escogemos las cosas, pedimos el presupuesto, se lo lleva la mamá de mi novio. Pasan uno dos días y resulta que no puede usar el crédito porque su empresa no había hecho el trámite para dar de alta a sus empleados este año. Pánico y terror. Se fueron los días sin hacer nada, la fecha se acercaba y seguíamos sin nada.


Así que tuvimos que tomar la decisión de comprar las cosas por nuestra cuenta, aprovechando que me había llegado un trabajo de corrección extra. Empezamos una nueva ronda de exploración. Ya habíamos visto que un lugar barato era Ekar de gas. La diferencia con Famsa, por ejemplo, era de varios cientos de pesos. Seguimos nuestra exploración y pasamos a Elektra, aunque mi novio se resistía. Sorpresa, aún más barato. Finalmente, en una excursión que di a Obregón para buscar mi olla lenta, pregunté, más por curiosidad que por otra cosa, en Muebles América. Otra sorpresa: aún más barato, también varios cientos de pesos. Estoy hablando de precios de pago en efectivo, porque los créditos me asustan y prefería usarlos hasta que no hubiera otra opción. Afortunadamente Muebles América abre los domingos y el día que fuimos pedimos casi todo: el refri, el microondas, la plancha y la licuadora. De nuestra lista nos faltó la lavadora y la campana para la cocina, pero creímos que podríamos sobrevivir con eso. El único inconveniente, otra vez, fue el periodo de entrega. Como nada más pueden llevar las cosas por la mañana, tuvimos que esperarnos hasta el siguiente sábado. ¿Alguien podría implementar horarios para gente que trabaja?

Finalmente estaba completo lo de adentro de la casa: los muebles y los electrodomésticos. Alegría y felicidad.

lunes, 15 de febrero de 2010

Para hacer la cita

El día D había llegado, así que debíamos reunir lo siguiente para ir a hacer la cita:

Las actas de nacimiento: la mía lista. Justo ahora nos dábamos cuenta de que el acta de mi novio había “caducado”. Pánico y terror. Ni modo, ir a pedir otra. Por lo menos él sí está registrado en Guadalajara. Ingenuos.

Los análisis clínicos: listos.

El certificado médico: iríamos por él antes del amanecer a la Cruz verde.

La constancia del curso del DIF: lista.

Las identificaciones de los testigos: listas.

La cartilla de la mujer: iría por ella después de obtener el certificado médico.

La presolicitud: la llenaríamos mientras esperábamos.

Según mis cuentas alegres, llegaríamos a las 7am a la Cruz verde, nos darían ficha y nos atenderían a las ocho, tal vez ocho y media. Saldríamos de ahí y yo me iría por la dichosa cartilla mientras mi novio iría por su acta de nacimiento. Nos reuniríamos en el registro civil a las 11, tal vez 11:30. Nos atenderían y en media hora, tal vez una hora estaríamos afuera. Qué ingenua.

jueves, 11 de febrero de 2010

Requisitos VII: los testigos

El requisito de los testigos no debería constituir un problema. Sólo deben ser mayores de edad, familiares o no y con una identificación oficial. Yo ya había elegido a una amiga, le pregunté si quería ser “mi persona” y en medio de su incredulidad por el anuncio, me dijo que sí. Afortunadamente su trabajo está cerca del mío y simplemente le mandé un mensajito al celular para que me llevara su IFE un día a la salida, porque es necesario llevar la original y la copia. Llegó, le dije el día tentativo todo bien, ya tenía si IFE, un requisito menos.

El pequeño detalle surgió con la persona que había elegido mi novio. Fue a visitar a su amigo para pedirle el favor, le dijo que sí. Todo bien. Cuando se acercó la fecha, resultó que no tenía identificación. Ni IFE, ni cartilla militar, ni pasaporte ni nada de nada. Y tampoco tenía la intención de obtener ningún documento. Además de que obtener la IFE se tarda meses. Pánico y terror. ¿A quién le iba a pedir ahora? Pues a otro amigo que vive cerca de su casa y que le llevó su IFE de inmediato. Vaya, otro requisito listo.

Requisitos VI: la cartilla de la mujer (sí, otra vez)

El mismo día que avisé en el trabajo, fui a tratar de conseguir la famosa cartilla de la mujer. Al salir del trabajo, pasé a una oficina de Salubridad, un “centro de salud”. Las comillas son porque en la lista de requisitos del ayuntamiento dice que la cartilla se consigue en los centros de salud, ajá, pero no dicen cuáles son o dónde están o qué. Nada. Así que me fui a la única oficina de Salubridad que ubicaba en Federalismo y Circunvalación División del Norte. Llegué casi a las siete, porque justo ese día el camión me hizo el favor de tardarse en pasar. Además estaba lloviendo. Bueno, llegué y como está en remodelación el edificio, estaban atendiendo en el estacionamiento, en una especie de camper. En uno de ellos estaban unas enfermeras, bastante amables, que me dijeron los requisitos para obtener la ansiada cartilla: mi CURP, mi tipo de sangre y una foto tamaño infantil. Veo el reloj y es materialmente imposible que vaya a mi casa y vuelva. Me da frustración, pero no puedo hacer nada. Agradezco, pregunto el horario (8:30am a 7pm) y me voy.

Como de todas maneras íbamos a necesitar un certificado médico, hago otro intento de conseguir la bendita cartilla en otro lado y voy a la unidad de medicina familiar número 79 (Mariano Bárcenas y Privada Veracruz, a espaldas del parque Alcalde), la que me toca. Voy a medicina preventiva (donde ya había preguntado antes, pero igual regreso). Hay dos enfermeras y les preguntó. Una de ellas nada más se me queda viendo y dice que ese documento no existe. Ok, nada que no supiera. La otra la voltea a ver y le dice, no, sí existe. Luego se dirige a mí y me dice que ese documento sólo lo pueden expedir en la Secretaría de Salubridad. ¿De verdad era tan difícil decirme eso desde la primera vez que fui? Aparentemente, sí.

Salgo y voy a preguntar por el certificado médico a la Cruz verde que está a un lado de la clínica. Me dicen que hay que llegar a las 7am pero que empiezan a repartir fichas a las 7:30. Ok, ésa será nuestra primera parada el día siguiente, el día D.

miércoles, 10 de febrero de 2010

El día D

Después de mi ataque mayor de pánico y de haber entendido a cabalidad los requisitos, decidimos que era el momento. Para que eso sucedería, debería pedir una mañana en el trabajo, para organizar esos "pequeños" detalles que nos hacían falta.


Así que les conté a mis compañeras de trabajo, se emocionaron mucho, me felicitaron y allá íbamos: al día D, en el cual debíamos completar todos los requisitos. Si queríamos que fuera el sábado 13 de febrero, apenas nos alcanzaban los 10 u 11 días naturales antes de la fecha. Ingenuos.

lunes, 8 de febrero de 2010

El ataque mayor

Y aquí aparece mi ataque de pánico mayor: en los requisitos publicados en la página del ayuntamiento, dice que los análisis clínicos no deben exceder los quince días de expedición. Ajá, quince días. Muy bien. Luego me puse a pensar: es una dependencia del gobierno, ¿son días naturales o días hábiles? Ya habíamos decidido qué día queríamos casarnos, el punto era si alcanzaríamos lugar el día que queríamos. Por si todo esto fuera poco, tuve una gripa fulminante y fue justo ese día, cuando llegué al mundo por ahí de las cuatro de la tarde, que me dio el ataque de pánico. ¿Y si había desperdiciado esa mañana de día hábil para ir a preguntar si había lugar el día que queríamos? ¿Y si no alcanzábamos? ¿Qué día íbamos a elegir?

Como ese día realmente ya no podía hacer nada, traté como mejor pude, de calmarme. Mi novio me decía que no me preocupara, que igual podíamos cambiar el día. Pero en ese momento lo único que veía era que por una omisión en los requisitos publicados, el día que habíamos elegido, no iba a poder ser... me agobié, me entristecí, me enojé y sobretodo tuve el ataque de pánico. Ya más calmada, esperé al siguiente sábado y fui personalmente a pedir la hoja de requisitos. Ahí ya se especificaba que tanto los análisis como el certificado médico tenían una validez de quince días naturales... bueno, eso quería decir que teníamos que hacerlo todo ya, en ese momento, en ese instante... afortunadamente el día anterior (viernes) ya habíamos ido a hacernos los análisis. Todo caminaba.

La fecha

Como ya teníamos la casa, ahora el punto era decidir la fecha para el matrimonio. Nuestro mesario es el 18, así que fue lo primero que se nos ocurrió. Resultó que el dieciocho de febrero cae en jueves y si queríamos que nuestros consanguíneos fueran, ese día iba a ser muy difícil. Después de platicarlo, decidimos que el sábado trece era una buena opción. Muy felices nos pusimos manos a la obra para hacer la cita para ese día. Ajá. Si todo fuera como decidir qué día queríamos y ya…

Requisitos V: los análisis clínicos.

Entro a trabajar a las ocho de la mañana, de lunes a viernes. El primer lugar que ubicaba para irnos a hacer los análisis prenupciales, era la Cruz verde que está muy cerca de mi casa (Mariano Bárcenas esquina Privada Veracruz, teléfono 12-01-72-00) El mismo día que fui al seguro, pasé a preguntar y me dijeron que era sólo de lunes a viernes presentarse a las siete de la mañana para tomar ficha porque atendían conforme vas llegando. El costo de los análisis clínicos es de $500, más el certificado médico. Ingenuamente pensé que el certificado médico era similar al que piden cuando se hacen trámites escolares y que cuesta $26, ya nos daríamos cuenta después de la realidad.

Como se me hicieron muy caros los análisis en la Cruz verde, decidí buscar otras opciones. Cerca de mi trabajo hay varios laboratorios clínicos y como en la lista de requisitos dice que pueden ser expedidos por instituciones públicas o privadas, decidí probar suerte y un día que andaba por el rumbo más temprano de lo habitual, di un paseo por tres laboratorios: en uno en Justo Sierra costaban más de $300, en CARE más de $600 y en un laboratorio pequeño justo a la vuelta de mi trabajo (ICARI Amado Nervo No. 33, teléfono 36-30-27-57, icardi06@hotmail.com ) $252. Evidentemente el precio es por cada uno. Aparentemente teníamos un ganador. Para no errar, le pregunté a mi novio si sabía exactamente cuáles análisis se requerían para ir a comprobar que fueran los mismos. Y sí, son tres diferentes: el del tipo de sangre, el VDRL y el de VIH. Su horario además se ajustaba muy bien, porque atienden desde las 7:30 hasta las 8:00 y no es necesario ir en ayunas, además de que si vas antes de mediodía, te los entregan el mismo día. Alegría y felicidad. Qué incauta.

viernes, 5 de febrero de 2010

Recapitulemos

Ya que teníamos la casa, los siguientes pendientes eran las cosas de adentro de la casa y el matrimonio civil. Para lo primero ya teníamos más o menos ubicado qué y en dónde. Para lo segundo, ingenuamente creíamos que ya estaba más o menos todo resuelto. Recordemos que cuando mi novio fue a inscribirnos al curso del DIF le dijeron que no tenía fecha de caducidad, Oh sorpresa, antes de que terminara el evento y justo antes de recibir nuestra constancia, como si de graduación de kínder se tratara, nos dice muy alegre el psicólogo encargado: “Acuérdense que tiene vigencia de seis meses”. Pánico y terror. Mi novio y yo nos volteamos a ver con una sonrisa de nervios. Ni modo, ya habíamos estado toda la mañana ahí, ya veríamos después qué hacíamos. Luego estaba el asunto de la cartilla de la mujer. Era como un fantasma que se nos aparecía a veces, recordándonos que no estábamos seguros de si existía o no. Y como tal, lo ignorábamos, no importa que hiciera ruidos extraños por las noches o que se nos diera pequeños sustos de vez en cuando, decidimos concentrarnos en los otros requisitos, específicamente: los análisis clínicos.

jueves, 4 de febrero de 2010

La casa va primero

Pues entonces decidimos que primero había que buscar la casa, para tener en dónde poner las cosas… Así que nos pusimos a buscar, mi novio en sitios de anuncios clasificados en línea ( http://guadalajara.vivastreet.com.mx/ ) y yo en las versiones electrónicas de los periódicos (http://aviso.informador.com.mx/bienes-raices/
http://www.avisosdeocasion.com/gdl/portada_bienes.asp). Gracias al Google maps podíamos ver más o menos cómo eran los barrios y la ubicación exacta (por aquello del uso del término “céntrico”). Además un día caminado mi novio se encontró un anuncio de un departamento. Decidimos ir a preguntar, porque no había número de contacto ni nada. El primer día que fuimos, nos pareció muy tarde en la noche y lo dejamos para otro momento. El segundo día que fuimos estuvimos tocando y nadie nos abrió. Ya nos íbamos cuando vimos que en la farmacia de al lado anunciaban un departamento. Supusimos que era el mismo y entramos a preguntar. Nos dieron la dirección y vimos que no era el mismo, pero de todas maneras nos convenía la ubicación, así que preguntamos si podríamos verlo. Que no, que hasta el otro día, antes de las once. Como nada más nos dijeron algo de la ubicación, fuimos a echar un ojo. Vimos una privada y creímos que era ahí, se veía linda y nos emocionamos.

Así que otra vez hacemos un esfuerzo sobrehumano para levantarnos temprano en sábado y pasamos a que nos enseñen el departamento. Que no estaba el encargado y que regresáramos a la una. Para aprovechar la vuelta, volvemos a tocar en el primer departamento. Finalmente nos abren y pasamos a verlo: unas escaleras empinadas y angostas nos llevan en un viaje hacia los años setenta, cuando suponemos que construyeron el edificio y desde entonces pareciera que no le han dado mantenimiento. Los pisos se ven sucios, por no mencionar que hay basura y restos de los anteriores inquilinos. Restos como trastes y basura, no sus restos mortales. Es grande, sí, pero no nos convence.

Regresamos a la casa de mi mamá y vemos otras opciones en la red, hacemos una cita para ver uno en la tarde, donde sólo aceptan matrimonios y mujeres solas. Antes, mi novio había concertado una cita para ver otro, como están por el rumbo, decidimos ir a los dos. Llamamos a la farmacia y que no, que hasta el lunes. Comemos con la familia y nos vamos a la cita que había hecho mi novio. Llegamos un poco retrasados pero todavía no estaba quien nos lo iba a mostrar. Esperamos, mi novio le llama al arrendador y llega. Entramos y enseguida a mi novio le encanta el lugar: está recién remodelado, pintado, amplio, lleno de luz, está bien ubicado y el precio está dentro de nuestro presupuesto. Preguntamos por el resto de los requisitos y es relativamente sencillo conseguirlos. Además, el arrendador ha vivido ahí y amablemente nos cuenta algunas experiencias y responde nuestras dudas. Quedamos de hablarle el lunes, después de ver los otros.

Seguimos nuestra expedición hacia el otro departamento, resulta estar un poco más lejos de lo que me esperaba. Llegamos y quien nos lo iba a mostrar ya estaba afuera esperando. Entramos y pánico y terror: es una casa muy grande maldividida. Nos conduce al lugar y está mal distribuido, con el lavadero en la cocina, los estantes de la cocina apenas se sostienen en la pared, un pseudobalcón con “protecciones” a los lados… una lindura, pues. Y además el sujeto es extraño, nos cuenta sus penas de cómo debe cuidar a sus ancianos progenitores pero como de todas maneras siempre está al pendiente de sus inquilinos. Huimos en cuanto podemos y nos vamos a dar una vuelta por Analco. Para mí no está taaan feo, pero igual nunca he ido de noche. Anotamos algunos teléfonos y volvemos a la casa.

El lunes en la tarde vamos a la farmacia, a ver si ya estaba la persona que nos podía mostrar el departamento. Llegamos y un señor un poco malencarado nos pide que esperemos para mostrarnos el lugar. Cuando está listo, simplemente sale del establecimiento y durante todo el trayecto (alrededor de cinco minutos) nos dirige ni la palabra ni una mirada ni nada. Llegamos y no es en donde habíamos pensado. Tenemos que subir a verlos: hay tres departamentos y sólo uno está habitado. Vemos los otros dos: uno con closet pero con el lavadero a la intemperie, en las áreas comunes y el otro sin closet y más pequeño. Preguntamos más por no dejar que por verdadero interés, por el resto de los requisitos y salimos de ahí solos, el señor se queda a hacer no sé qué.

Así que tenemos un ganador, el recién remodelado. Mi novio llama al día siguiente y resulta que hay otra pareja interesada, si lo queremos tenemos que dar un anticipo ya. Pánico y terror. Mi novio busca a quien será nuestro fiador, le dice que sí. Lo platicamos, nos seguimos llenando de pánico y terror y finalmente nos decidimos: ése es el bueno. Se agenda la firma, se acomodan los horarios de todo mundo y el siguiente sábado somos unos miles de pesos más pobres, pero tenemos casa. Bueno, departamento. Para nosotros solos. Viva.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Requisitos IV: la cartilla de la mujer

Primero que nada, es absolutamente machista que sólo la mujer tenga que presentar su cartilla. Si tratáramos de justificar este hecho, podríamos decir que es un intento por hacer que las mujeres se preocupen por cuidar su salud... pero igual no me convence.

Si bien no es el siguiente punto en la lista de los requisitos en la página del ayuntamiento, yo quise "aprovechar" una ida al dentista en el seguro social, para preguntar por la cartilla. Mi novio había trabajado en el seguro, así que le pregunté en dónde sería más factible que pudieran darme informes, requisitos para solicitarla o algo. Me dijo que en medicina preventiva. Así que ahí voy, con toda la buena disposición del mundo, a preguntar. Me acerco con el tarjetón en la mano, porque apenas llegaba a tiempo para mi cita, y me preguntan que a qué voy. Con una sonrisa en la cara, les digo que necesito una cartilla de la mujer. Para qué, me preguntan. Para casarme, les respondo. Me voltean a ver las dos mujeres (una enfermera, la otra no estoy segura), se voltean a ver entre sí y me dicen que eso ya ni existe, que hace mucho, pero mucho que ya no existe. Ok, confío en ellas, ¿no? Son las encargadas, las que saben, las que dan informes y reciben un sueldo por ello. Les agradezco y me voy a mi cita. Salgo con la boca adolorida, voy por mis medicinas, voy a que me inyecten, salgo medio entumida de la clínica.

Le cuento a mi novio que me dijeron que ya no existe la cartilla de la mujer y los dos empezamos a dudar de la veracidad de los requisitos publicados en la página del ayuntamiento. Nos decimos, si ellas que son las que saben, las que dan informes y reciben un sueldo por ello, dicen que ya no existe, pues entonces ya no existe. Y ya. Hasta que es casi demasiado tarde.

¿Qué va primero?

Después de tomar el curso del DIF todavía no teníamos bien claro cuándo sería la boda ni nada, de hecho, ni siquiera les habíamos dicho a nuestros respectivos consanguíneos. Luego se presentó la pregunta: ¿primero conseguimos la casa o lo que va adentro? Yo decía que lo que va adentro, mi novio que la casa, así que se puso a buscar. Buscó sobretodo en internet, un lugar que cumpliera con las características que necesitábamos: céntrico, no muy caro y bien cuidado. Lo de céntrico fue el primer problema, porque parece ser que el concepto de "centro de la ciudad", por lo menos aquí en Guadalajara, es bastante amplio. Casi cualquier lugar dentro del periférico era céntrico, según los criterios de los anunciantes. Necesitábamos algo céntrico porque era algo así como "territorio neutral": mi novio trabaja en la central de autobuses nueva y yo en la colonia Ladrón de Guevara. Cerca de su trabajo, había lugares muy baratos, pero super lejos para mí. Cerca de mi trabajo había lugares lindos, pero caros y super lejos para él. Hasta que se encontró una casa que le encantó, fue a verla (por fuera), preguntó los requisitos (era relativamente sencillo reunirlos) y en lo que nos decidíamos si iba primero la casa o lo de adentro... la rentaron. Así que era necesario plantearnos bien la decisión: ¿la casa o lo de adentro? Finalmente concluimos que la casa y entonces sí empezó la búsqueda, sobretodo por el asunto de que fuera "céntrico"...

En cuanto a lo de adentro, pues fue bastante más azaroso: un día de camino a la escuela de mi novio, íbamos viendo las tiendas y de repente la vimos: una mueblería en una esquina. Entramos y los precios fueron lo mejor: una sala en cinco mil (con regalitos, como lámparas y un tapete), un antecomedor en cuatro mil y una recámara con colchón en seis mil. Ese día nada más vimos y nos gustó, pero hasta ahí. De todas maneras, la idea de comprarlo todo ahí (http://mueblerialaunica.com/) ya nos había gustado.


¡Ya tenemos fecha!

Interrumpimos la avalancha de quejas y consejos para dejar constancia de que el día de hoy hemos hecho la cita para el matrimonio civil: martes 9 de febrero de 2010. Alegría y felicidad.

martes, 2 de febrero de 2010

Requisitos III: el curso del DIF

Llega el día del curso en el DIF: hacemos un esfuerzo sobrehumano para llegar al Centro de la Amistad Internacional, en sábado, a las nueve de la mañana. Lo logramos y hay una fila relativamente corta llena de parejas, pero no sólo eso: niños y bebés, evidentemente. Desde ese momento comenzó el bombardeo con productos y servicios para organizar una boda: paquetes de fotos y video, música y en el Centro, unos amables vendedores de ollas “para toda la vida”, con un precio para toda la vida también. Llegamos al escritorio de registro, buscamos nuestros nombres en la lista (preguntaron el de la novia, nada más), nos entregan nuestros folletos y pasamos al auditorio. Lo estaban remodelando, así que sólo estaban disponibles la mitad de los asientos y obviamente toda la parte de arriba estaba ocupada, así que nos toca en la segunda fila, en medio, a la vista de quien iba a dar el curso. Viva.


Empezó puntual el curso, con un breve discurso del psicólogo a cargo de la primera parte. Luego, vinieron los folletos. Debo confesar que estuvo menos machista y menos aburrido de lo que me esperaba, sin embargo, no creo que un simple curso, así sea de cinco horas como éste, sea suficiente para pensar en todos los temas que se plantean en el folleto, digo, si ya decidieron ir a tomar el curso es porque el matrimonio va en serio… Después del receso (donde volvimos a ser bombardeados por planes que incluían luces robóticas y tiolinistas) tuvimos la famosa actividad “abreostras” y cierraostras”, bastante divertida, por cierto. Y para finalizar, la parte donde todos estuvieron más despiertos: la abogada haciendo la diferenciación entre los tipos de régimenes para el matrimonio y la respuesta a múltiples preguntas sobre el divorcio… sí, sobre el divorcio.

A las dos de la tarde salimos, para recibir más folletos y tarjetas, esta vez de planes de fotografía que incluían un video con animaciones. Fuimos a comer sushi, con la sensación del deber cumplido y el sentimiento de estar un poco más cerca de lograrlo. Qué ingenuos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Requisitos II: inscripción al curso prematrimonial del DIF

Una vez que supimos los requisitos y como todavía no teníamos una fecha definida, mi novio buscó las opciones para tomar el curso prematrimonial del DIF (de hecho, en el mismo mail que me envió el enlace a la página con los requisitos, me envió el enlace a la información del curso: http://sistemadif.jalisco.gob.mx/cpc.php).

Según la página, para inscribirse es necesario llevar original y copia del acta de nacimiento (reciente, por supuesto), las identificaciones con copia y pagar cien pesos por pareja. Y aquí fue mi primer ataque de pánico. Si no eres del estado de Jalisco (como es mi caso) para solicitar tu acta de nacimiento tienes tres opciones:

1. Ir al Archivo Histórico de Jalisco (Av. Prolongación Alcalde #1855), llenar la solicitud, hacer el pago y esperar... tres meses.

2. Ir a alguna de las oficinas fuera del Archivo Histórico de Jalisco, llenar la solicitud, hacer el pago (obviamente más caro) y esperar... tres meses o tal vez menos, dos meses, digamos.

3. Que el lugar donde naciste tenga página y se pueda solicitar el acta desde la comodidad de tu hogar, hacer el pago y esperar... ¿cuánto? Depende del lugar donde hayas nacido.

Para mí estaban descartadas las dos primeras opciones. Si bien no teníamos fecha para el evento, queríamos tomar el curso pronto, porque cuando mi novio llamó para pedir informes, le dijeron que el curso no tenía "caducidad" (volveremos sobre ese detalle después...).

En mi caso, el D. F. tiene página (http://www.rcivil.df.gob.mx/solicitud/) y es posible hacer la solicitud, con el detalle de que se deben pedir mínimo 6 actas. Bien, eso no era problema. El pago se hace, si no estás en el D.F., solamente en Banco Azteca. Por lo menos abren de 9 a 9 y están en todas las sucursales de Elektra. Así que un día al salir del trabajo, voy a Elektra de 16 de septiembre, hago fila en la deprimente sucursal del banco y salgo quinientos pesos más pobre pero con seis actas de nacimiento originales y recientes en camino.

Algo que tuve que considerar al hacer la solicitud de las actas fue el lugar de entrega. DHL es la empresa que hace los envíos, por lo menos desde el D.F. y ¿qué tal si no estaba en mi casa cuando llevaran el paquete? Aquí aparece por primera vez mi trabajo. ¿Podía poner la dirección de mi trabajo y que llegara ahí el paquete? Pregunto a mi jefa directa y dice sí. Vaya, punto solucionado.

Hice la solicitud y el pago el jueves y el siguiente lunes recibí las actas. Felicidad y alegría: tenía el acta para el curso del DIF y para hacer el trámite del matrimonio.

Siguiente paso, la inscripción. Afortunadamente mi novio se encontraba "entre trabajos" en ese momento y pudo ir en la mañana a inscribirnos al curso en el Centro de la Amistad Internacional (Eulogio Parra #2539). ¿Por qué ahí? Porque es el único lugar donde imparten el curso el fin de semana, ya sea el sábado o el domingo, de 9 a 2pm.

Y listo, solamente debíamos esperar al sábado 24 de octubre de 2009 para ir al curso... lleno de parejas casaderas, viva.


Requisitos I

Lo primero era averiguar cuáles son los requisitos para casarse. Mi novio lo buscó y me lo envió por correo. Primero hay que entrar a la página del Ayuntamiento de Guadalajara y luego buscar el enlace a los requisitos del matrimonio civil. Para encontrar la página del ayuntamiento, se puede simplemente escribir en Google "requisitos matrimonio civil jalisco" y listo.

Aquí la lista que se encuentra en la página del ayuntamiento de Guadalajara:

QUÉ NECESITO?
  1. Llenar pre-solicitud
  2. Actas de nacimiento recientes, que no exceda de un año de expedición (con 2 fotocopias)
  3. Identificación oficial de los contrayentes y de 2 testigos, mayores de edad.
  4. Análisis clínicos y certificado medico, que no excedan de 15 días de su expedición (dependencia publica y/o privada)
  5. Constancia del DIF (curso pre-matrimonial)
  6. Cartilla de la mujer
  7. Cuando uno de los contrayentes sea menor de 18 y mayor de 16 años, consentimiento escrito de los padres.
  8. Cuando uno de los contrayentes sea menor de 16 años y mayor de 14 se requiere dispensa.

NOTA:
En matrimonios de menores de edad, viudos, divorciados o extranjeros se les entrega información especial para cada caso.


A simple vista no parecen tan difíciles de reunir, ¿verdad? Ajá, veamos uno por uno...

Decidir

Y bueno, uno decide casarse, "dejar de vivir en pecado" y resulta que no es tan fácil como suena... que los millones de requisitos, que la casa, que los muebles, que esto y lo otro... logras una cosa y aparecen tres pendientes más... y por si eso fuera poco, en el registro civil tampoco ponen las cosas al alcance de la mano. Hagamos cuentas: un día para ir a pedir los requisitos (porque líbrelas el dios de su preferencia de dar informes por teléfono), un día para ir a hacerse los análisis, un día para ir por el acta de nacimiento (original, reciente, certificada por todos y cada uno de los sujetos del registro), un día para ir a hacer la cita del matrimonio (de 9 a 2pm, por supuesto) y el día de la boda... digo, después de tantos permisos en el trabajo, seguro que ya te corrieron... Así que como un servicio a la comunidad (y para sacar el estrés, que ninguna clase de kick boxing lo logra con tanta eficiencia como quejarse con alguien) pondremos aquí todos esos pequeños detalles que surgen, con la esperanza de que mis (nuestros) ataques de pánico le eviten alguno a alguien allá afuera.