miércoles, 10 de octubre de 2018

Pesadillas al mediodía

Supongo que un halago para un libro de miedo es provocar presadillas y en este caso me sucedió: estaba leyendo dos libros al mismo tiempo esta novela y una de Ana Alcolea, la primera la leí durante mis trayectos en el transporte público y la segunda en casa. Tengo la costumbre de leer un rato antes de acostarme: subo los pies a la pared para descansarlos y leo más o menos media hora. Eso hice en días pasados, luego me acosté, me tapé, le di beso de buenas noches a mi esposo y me dormí. Luego soñé que hacía lo mismo una y otra vez, hasta que "algo" me decía que era un sueño, pero me hacía dudar de la realidad. Lo volví a pasar un par de veces hasta que otro "algo" me asustó, me convenció de estar soñando y me desperté, me incorporé en la cama y abrí bien los ojos para asegurarme de que ya no estaba soñando. Sorprendentemente me pude volver a dormir rápido pero me quedó muy fresco el recuerdo en la mente a lo largo de todo el día.

Y algo así pasa en este libro: un puberto tiene sueños lúcidos en los cuales un sujeto lo sigue; Alba, su terapeuta, empieza a tener sueños también y por su parte Julia Dench, nuestra protagonista, también empieza a soñar y a recibir mensajes en esos sueños. A simple vista no parece dar mucho miedo, pero parece ser que a mi subconsciente sí le dio miedo y reaccionó como ya lo narré.

Me gustó mucho cómo se fueron conectando las historias de los tres personajes y cómo la doctora debe echar mano de terapias no convencionales para lograr el objetivo: que el puberto pueda cerrar eso que no lo deja vivir despierto y que lo mantiene en el sueño.

Una historia para quienes disfrutan del misterio y de los sueños y que además no temen tener pesadillas también.



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