Se trata la historia de una familia aparentemente común: el papá, la mamá, hijo e hija, luego aparecerá la abuela materna. Como todas las familias, tienen días buenos y días malos pero hay suceso que provoca que los días malos aumenten y tengan una consecuencia en el hijo.
La narradora es la hija, quien va armando el rompecabezas de su infancia a través de una serie de fotos que conservó su hermano: las imágenes son el detonante del recuerdo, de las sensaciones y de los sentimientos que a veces ya estaban enterrados y a veces seguían lastimando.
En cada capítulo de la novela vamos obteniendo más detalles y, aunque se anticipa el desenlace, no por eso deja de ser doloroso: el silencio es el ganador en esta historia.
La organización de la novela y la extensión de los capítulos logra que la lectura sea fluida pero no es posible leer "de corrido" porque hay frases que se quedan dando vueltas en la mente: ya sea porque se relacionan con las propias experiencias o ya sea porque adquieren un nuevo significado a la luz de lo leído previamente; en ambos casos provocan la reflexión.
Me gustó la manera en que las frases son breves y concisas, cómo el juego del diccionario va apareciendo a lo largo de todo el libro, cómo hacer ver que es sencillo hablar de los sentimientos cuando no lo es.
Una novela muy recomendable para leerse con pausa, para pensar en los propios recuerdos.
Esta lectura cumple con la consigna "novela de una escritora contemporánea de tu país de origen" del reto de lectura Voces femeninas organizado por Babelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario