La forma de hilar los hechos es a través de una narrativa que nos permite identificar las conexiones entre los casos y cómo las autoridades eligen ver lo que les facilita su labor, no lo que lleva a la captura de delincuentes.
Fue muy emotivo leer los testimonios de los familiares de las desaparecidas y la rabia que sentían por no tener respuestas claras de ninguno de los participantes en las investigaciones.
Al horror de no saber dónde están sus hijas, se suma el de tener que escuchar los juicios que se hacen de ellas: que si tenían novio, que si tenían vida social y/o sexual, que si salían por la noche, que se vestían de tal manera. Como si eso las volviera a ellas las culpables y no las víctimas de los delincuentes que siguen sueltos. El concepto que se menciona en el texto es el de "buena víctima": como no cumplen con los dictados que la sociedad supone como "buenos" pues entonces ¿para qué buscarlas? Se asume que se fueron por su propia voluntad y asunto arreglado.
Lo más espeluznante son los testimonios de los que sí han sido detenidos, quienes ven a las mujeres como un objeto, como algo que se usa y se deshecha, como un producto más para su servicio. Y como uno de los testigos menciona, no se trata de sujetos que tengan alguna enfermedad mental, simplemente son el resultado de la sociedad patriarcal en la que vivimos.
Un libro difícil de leer pero necesario para que no dejemos que simplemente se sigan agregando nombres y más nombres a la lista de desaparecidas, sino que exijamos que se busque a los responsables.
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