A Rosa Montero la he leído desde la universidad y siempre he encontrado algo en sus historias que me atrapa. En el caso de la detective Bruna Husky me ganó desde la primera novela cuando se quedaba viendo a la osa polar en el zoológico, cuando su vida se le iba, cuando contaba cada día menos que le quedaba por vivir.
En esta tercera entrega, la protagonista se muestra más vulnerable que nunca antes, con los sentimientos a flor de piel y un montón de decisiones que tomar sin saber bien qué le conviene más. Sigue rodeada por quienes la quieren y ella sigue sin saber cómo dejarse querer. Me gustó mucho cómo ha ido evolucionando el personaje, sus afectos y sus prioridades.
En cuanto a la trama, se trata de un grupo de terroristas que hace peticiones que a simple vista no parecen tan descabelladas, a pesar de que sus métodos sí lo sean. Obviamente al final cuando Bruna descubre quiénes movían verdaderamente los hilos, la sorpresa no se hace esperar.
Y hablando del final hay dos detalles que no quiero revelar porque le dan un giro muy interesante a la historia de Bruna, uno de ellos ya lo sospechaba pero el otro me dejó alegre y entusiasmada.
Una historia de ciencia ficción, de misterios, de amistad y sobre todo de descubrimiento del propio ser.
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