sábado, 17 de diciembre de 2016

Todos los días son nuestros

Me dejé llevar por la mercadotecnia y compré esta novedad. Luego de que la había comprado fui a una conferencia en la FIL donde Clara Obligado comentó que ella no leía novedades, que se esperaba años para ver si resistían la prueba del tiempo. Desde ahora pienso que voy a hacer lo mismo: sí está entretenida la novela, como le dije a mi marido: pagué para entretenerme y lo conseguí pero hasta ahí.

Es un cuento de hadas para treintañeras con el corazón recién roto, una historia de desamor con flashbacks a los momentos del amor salpicada de frases contundentes y llegadoras. Quién no ha pasado por una ruptura amorosa, quién no ha hecho cosas absurdas en ese estado, quién no ha deseado volver con esa persona.

Cosas que agradezco: que no quedara emparejada al final, que de verdad pareciera que una mujer puede sobrevivir sin un hombre, que hubo un drama mayor en la última parte del libro que nos permitió conocer más de la protagonista: sí es más que su definición junto a un hombre. Durante las primeras cuatro quintas partes de la historia creí que no íbamos a salir de ese círculo vicioso de lo que es o no es una mujer por estar o no estar con un hombre, pero no.

¿Lo recomiendo? Sí y no. Sí para entretenerse un rato y ya. No, si buscas un texto que te haga reflexionar y que se te quede dando vueltas más tiempo. Es como cuando vamos al cine a ver una comedia romántica: no le puedes pedir a Bridget Jones que haga una reflexión profunda sobre el estado de la política actual pero sí le puedes pedir una historia que te deje con una sonrisa al final.
























P. D. Cometí también el error de ir a la presentación del libro en la FIL y debo confesar que la autora no me simpatizó: sé que es parte de mis prejuicios pero su modo de hablar me chocó y su actitud de "no me lo merezco pero en el fondo sé que es lo natural" también. Debería también empezar con la costumbre de no asistir a presentaciones de autores que no haya leído previamente. Ya me había pasado hace algunos años cuando fui a escuchar a Jordi Soler y tampoco me simpatizó, a tal grado que no lo he vuelto a leer desde entonces: otra vez, son mis prejuicios, qué se le va a hacer.

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