viernes, 19 de febrero de 2010

3 de febrero: la cita

Salimos del archivo con las actas de nacimiento, tomamos un camión y llegamos a la papelería por las copias de todos los documentos. Dejamos esto para el final-final para no tener que ir dos veces. Afortunadamente no hay mucha gente, pero ya son las once y media y como en la información dice que sólo se hacen las citas de 9 a 12, le digo a mi novio que se vaya adelantando, por si hay que tomar ficha o algo. Me quedo en las copias, me las entregan y cuando voy llegando al registro civil, veo a mi novio saliendo. Tengo un fugaz pensamiento de horror: ya no atienden, se incendió el lugar, ya no hay nadie, qué sé yo. Me tranquiliza cuando me dicen que hay que esperar a que el oficial se desocupe. Se va a mi casa al baño y yo entro a esperar.

Entro al registro, subo las escaleras y la oficina que el sábado que fui a pedir informes estaba vacía, hoy luce casi como un pandemónium: mucha gentecilla, teléfonos sonando, pánico y terror en los rostros de quienes van a hacer trámites. Me siento a esperar, como me había dicho mi novio. Me fijo en que hay tres escritorios con su correspondiente secretaria, parece que todas trabajan con el oficial. Escucho a una de ellas (la de más al fondo) preguntarle a una muchacha si va a entregar documentos. La pobre mujer la ve espantada y nada más mueve la cabeza negativamente. Así que me acerco y le digo que yo sí voy a llevar documentos. Me dice que me pase, me siento y me va preguntando por los papeles: todo bien, de hecho, se sorprende de que lleve todo. Me pregunta que para cuándo quiero la cita y cuando le digo que para el sábado 13, me dice que se llenaron todos los lugares desde el día anterior. Pánico y terror. Me pregunta si quiero las direcciones de otros registros, para ver si allá tienen cupo. Obviamente le digo que no. No me imagino a mi novio y a mí saliendo de ahí y yendo a otro registro, además de que ya no es hora y cabe la posibilidad de que los requisitos sean diferentes. Le pregunto que para cuándo hay fecha y me dice que nada más el oficial sabe. ¿Que no me acaba de decir que ya no haya para el sábado? Bueno, entonces hay que esperar al oficial, porque está en un matrimonio.

Mi novio y yo nos vamos a las comodísimas sillas a esperar. Ya son las doce y el dulce sujeto no aparece. Yo me empiezo a poner nerviosa, ya nos checaron los documentos, prácticamente ya sólo es cuestión de decir cuándo y eso es precisamente lo que me agobia. ¿De verdad es posible que ya esté lleno el día? Sí, así parece. Mi novio trata de tranquilizarme, pero además me agobia la hora, yo había pedido permiso en el trabajo y confiaba en llegar antes de la comida. Al paso que íbamos, no lo iba a lograr.

Finalmente baja el oficial pero atiende a otra pareja antes. Nos ve y nos dice que tiene que subir, que lo esperemos. Ni modo, a sentarnos otra vez. Mi novio sugiere que me vaya al trabajo. Obviamente me niego, digo, si ya pasamos por todo eso, mínimo voy a llegar con la fecha confirmada. Esperamos y once minutos más tarde, baja el oficial y pasamos a su oficina. La secretaria ya le había dado los papeles, los revisa y también se sorprende de que tengamos todos los requisitos. Pregunta que para cuándo queremos, que están libres el lunes y el martes siguientes, nada más. Me agobio un poco, porque entre semana será mucho más difícil para nuestros consanguíneos acompañarnos, pero ya estamos ahí y no vamos a pasar otra vez por el chistecito de los análisis clínicos. Así que nos volteamos a ver y decidimos que el martes. Mi novio le dice que el martes, lo más temprano posible. El oficial le pregunta que a qué horas, a las diez o las diez y media. Le responde que a las diez y media. Y listo, escribe el nombre de mi novio (porque aparentemente yo tomé una fórmula de invisibilidad en cuanto entré a su oficina y no se ha dirigido a mí ni una sola vez) y le pregunta si “va preparado” Asumimos que del dinero y le dice que sí. Le da un papelito para ir a pagar abajo.

Salimos de la oficina y abajo hay una ventanilla especial para pagos de matrimonio, qué bueno, porque hay un montón de gentecilla haciendo otros trámites. Con todo y el añadido que harán en el acta de nacimiento de mi novio (nota mental: revisar qué onda con mi acta del DF), son nada más doscientos diez pesos. Vaya, finalmente algo barato. Subimos a la oficina del oficial a entregar el papelito y otra vez hay que esperarlo. Cuando nos atiende, nos dice que pasemos con la “güerita” para que nos atienda. Vamos con la “güerita” y justo acaba de salir. Otra vez nos sentamos a esperar. Vuelve y lo que hace es capturar nuestros datos en la compu y sacar una copia de lo que será el acta de matrimonio, para revisar todos los datos. Hay un error, lo corrige y la volvemos a ver. Le decimos que está correcta y nos da una hojita donde dice la fecha y el día para la cita y además incluye una nota escalofriante: si uno de los dos testigos anotados no está presente el día de la ceremonia, no se puede llevar a cabo. Pánico y terror, mi testigo trabaja. Bueno, lo importante era que ya estaba lista la cita: alegría y felicidad.

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