domingo, 3 de marzo de 2019

La edad de la ira

A Fernando Nando López lo conocí con su libro Dilo en voz alta y nos reímos todos: una recopilación de anécdotas vividas cuando dio clase a los pubertos en España.

Luego lo seguí en su cuenta de Twitter tanto la personal como la de anécdotas de la escuela y me enteré de que también escribía LIJ: así que me dije, tienes que leer algo de él.

En esta historia conocemos a Marcos, un adolescente de 16 años quien al inicio de la historia cuenta que vive una situación tensa con su padre, su madre recién falleció y es comparado constantemente con su hermano mayor "perfecto", Ignacio.

Luego la historia estará a cargo de Santi, un periodista que se dedicará a entrevistar a amigos, familiares y docentes que lo conocen para tratar de resolver el misterio del crimen que supuestamente cometió. Me gustó ese recurso de ir armando la historia a partir del relato de los otros, cómo cada uno, desde su punto de vista, aporta elementos que nos van dando pistas.

No pude evitar identificarme con los profesores: ¿cómo tratar con los pubertos? En el día a día les hablamos, tratamos de enseñar temas, los regañamos, tratamos de que se conviertan en la mejor versión de sí mismos pero nunca nos paramos a pensar que de un día al otro pueden cambiar para siempre.

La manera en la que los profesores primero tratan de tomar distancia y luego deciden confiar en Santi para contarle todo lo que saben se parece mucho a la vida cotidiana en un colegio: los pequeños detalles son los que van construyendo la identidad de docentes y alumnos; las relaciones son tensas a veces y es necesario buscar un equilibrio que muchas veces es percario por no decir inexistente.

No pude evitar imaginarme qué haría yo en una situación como la descrita y eso me llevó a involucrame mucho con la historia, tanto, que tuve que leerla de a poco y reflexionando sobre los datos que se iban agregando.

Una lectura muy recomendable no solamente para los pubertos, quienes seguramente se verán retratados en ella; sino también para los profesores que tratamos todos los días con ellos e indispensable para los padres de familia, quienes, muchas veces, desconocen la vida escolar de sus vástagos.



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