Hace un par de días Elena Poniatowska cumplió 90 años. Es una escritora y periodista ganadora de premios nacionales e internacionales. Yo la leí primero como cronista y luego como novelista y en ambas facetas me gusta mucho su estilo.
Esta es la segunda parte de la novela acerca de su antepasado Stanislaw Poniatowski, rey de Polonia en el siglo XIX y su propia vida: en ambos casos hemos llegado a la etapa de adultez y deberán afrontar los retos que eso conlleva.
En el caso de Stanislaw hay intrigas palaciegas, lealtades y rencores, traiciones y personas que solamente buscan su propio beneficio. Él deberá estar atento para saber en quién realmente puede confiar para mejorar su reino. Los episodios dedicados a él cada vez son más extensos ya que suceden muchos eventos esenciales en su vida y en el futuro de su país. Siempre se conserva ese énfasis en el lado más personal para comprender sus acciones.
En cuanto a la historia de la propia Elena, se combinan los hechos de su vida privada con su vida literaria, sus opiniones políticas y su trabajo de periodismo. Aunque en cada capítulo son más breves las partes dedicadas a su vida, mientras más se acerca al presente menos referencias personales hace y se concentra más en los eventos públicos en los que ha participado.
La combinación de la tercera persona para los pasajes dedicados a Stanislaw y la primera persona para los pasajes dedicados a sí misma, le dan un estilo más personal a la narración, gracias a lo cual los lectores nos sentimos más cercanos a los hechos relatados y es más sencillo empatizar con ambos protagonistas.
Un par de historias separadas en el tiempo pero unidas por el parentesco y las decisiones.
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