Debo iniciar diciendo que no me gusta el futbol. Ni verlo ni practicarlo. Sin embargo, eso no me impidió disfrutar las historias de María y de Enrique, de Carlos y de Antonio, de la afición del Atlante y de los participantes en la Guerra Civil Española.
Al primero que conocemos es a Enrique, un pastor montañés de Asturias, España cuya vida es monótona: salir con las cabras, regresar a cenar con su abuelo, recoger flores para la noche de San Juan. Antonio es su hermano mayor, quien un día se va a la guerra.
Después conocemos a María, una niña mexicana que vive en Coyoacán. Seremos testigos de su enamoramiento con el futbol, a tal grado, que buscará practicarlo a pesar de las restricciones de la época. Lo logrará gracias a sus padres Carlos y Ana, quienes sortearán los obstáculos junto con ella.
Luego nos situamos en una de las guerras del siglo XX: la española, de españoles contra españoles, la que no es posible creer que hayan perdido pero que así sucedió. Antonio, el hermano de Enrique, deberá salir de su país natal para evitar la persecución. Y debido a eso será que María y Enrique se conocerán.
Es una historia de amor, sí pero de muchos tipos de amor: de la pasión por un deporte, de los padres por su hija, de los jóvenes por su patria. El final me gustó con todo y el sabor agridulce que me dejó.
Muy recomendable para las pubertos, sobre todo porque el tema le causará interés a más de uno.
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