Un poco sosa y previsible, sirve para pasar el rato y ver a Morgan Freeman en papel de medio malo.
Las actuaciones estuvieron pasables, las niñas en su rol: la adolescente odiosa, la mediana en busca de identidad y la chica dando lata.
Lo increíble: que la vecina cuarentona se enamore del sexagenario alcohólico que llegó al barrio.
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