En esta historia para niños, Tomás es un chiquillo flojo y desordenado que se dará cuenta de que el mejor hacer las cosas por uno mismo que esperar soluciones mágicas.
A pesar de que la moraleja salta a la vista, el desarrollo es divertido. Además hace hincapié en la necesidad de tener una buena ortografía ya ya sabemos que yo soy fan de ella.
Mantiene el estilo desenfadado del autor y se agradece que el lenguaje sea sencillo pero no simple.
Las ilustraciones acompañan muy bien a todos los deseos que el pequeño genio cumple.
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