Me tomó un buen rato decidirme a ir al gimnasio, como pretexto tenía la inminente lluvia y que no quería mojarme, pero finalmente me levanté del sillón, dejé el tejido, me cambié y salí, con la fortuna de volver seca. Disfruté la clase aunque el instructor, por ser su segunda seguida, ya estaba cansado y la hizo más corta.
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