Después de leer Gente ansiosa de Fredrick Backman continué con Un hombre llamado Ove y luego Britt Marie estuvo aquí y ahora esta trilogía. La verdad no esperaba mucho de ella porque el tema de los deportes no me llama la atención pero qué manera de contar una historia.
La primera parte se centra en la historia de Maya y su familia: cómo regresan al pueblo natal del papá arrastrando una tragedia para luego vivir otra más. Al ser ellos los protagonistas, el tiempo que se les dedica al resto de los personajes sirve para presentarlos y que deseemos saber más de ellos en las siguientes dos partes. Me gustó mucho cómo va cambiando Maya, cómo enfrenta la situación que vive y la decisión que toma al final cambia por completo la percepción de ella.
La segunda parte no tiene protagonistas tan claros como la primera, pues todos los que fueron secundarios toman en un momento o en otro el centro de la historia, para convertirla en un rompecabezas en el que cada pieza es igual de importante. El eje sigue siendo el hockey y la rivalidad entre los dos pueblos vecinos, el deseo no solamente de ganar sino de humillar al vencido y la violencia que acompaña ese deseo tiene un desenlace trágico, al igual que en la primera parte, cambia por completo el rumbo de la trama.
La tercera parte es completamente coral desde el principio y como ya conocemos a los habitantes, cada evento nos duele como si viviéramos con ellos, además desde los primeros capítulos el narrador nos avisa que sucederán varios hechos catastróficos pero cuando no suceden no estamos preparados. A diferencia de las primeras dos partes, en este caso han pasado dos años desde el final de la anterior entrega y eso nos lleva a ir descubriendo lo que sucedió en ese tiempo y cómo afecta el presente.
Las tres partes tienen el mismo narrador ominisciente que nos avisa de los hechos, que nos lleva al futuro (cosa que se agradece muchísimo) y que nos va descubriendo las conexiones entre los hechos y los personajes, además va dando un opinión sobre las situaciones y nos acompaña en los descubrimientos. La mezcla del presente con el pasado no es tajante, son detalles que van llenando una descripción, rasgos de carácter o acciones pequeñas que, al final de la historia, arman una trama compleja de un pueblo en el que todos están relacionados, quieran o no.
Los últimos capítulos los sentí como una despedida de personas más que de personajes, quería saber todo lo que iba a suceder pero al mismo tiempo no quería que se acabara: me entristecieron las muertes pero me alegraron los éxitos y me interesé por un deporte del que jamás he visto un partido entero. El final-final deja con esperanza en el futuro, no solamente por lo que se fue revelando sino por la capacidad del autor de darle un giro a los peores acontecimientos.
Definitivamente el autor se ha convertido en uno de mis favoritos y esta trilogía en una de las mejore lecturas en lo que va del año.
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