En el pasado están Taeko y Yoshi en Japón viviendo durante la Segunda Guerra Mundial, en un mundo incierto y lleno de peligros. En el presente están Bruno y Yume en Argentina, pubertos compañeros de salón de clases, quienes en apariencia no tienen nada en común, sin embargo verán que las apariencias no lo son todo.
Cada uno de los personajes tiene un encanto muy particular, pero el abuelo de Yume es quien se convirtió en mi favorito: no solamente es el puente de unión sino que les ayuda a los chicos a reflexionar y a ver más allá de su propio punto de vista.
A pesar de que la situación del pasado es triste y devastadora, la autora encuentra una forma de incluir la esperanza y compartirla con los lectores. Además, en la trama del presente, la natación tiene un rol importante en la vida de Bruno, como una experiencia que le permite ser más consciente de sus acciones.
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