Cuando el 12 de septiembre me dieron la noticia de que iban a cerrar el gimnasio "por causas ajenas", me entristecí. Había pensado que tendría otro año completo pagado para ir y utilizar las instalaciones, porque las clases iban y venían. Había tenido mis dudas en cuanto a pagar el año completo pero lo hice y terminé arrepintiéndome por la pesadilla que pasé después.
Luego del aviso me fui felizmente de puente con los consanguíneos de mi amado esposo y la siguiente semana no hubo ningún contacto de parte del gimnasio. Ni en la siguiente semana. Finalmente la tercera semana tuve que ir a tocar a las instalaciones a ver qué pasaba. Por poco y no abren, nada más para decirme que hasta la siguiente semana iban a empezar a entregar los cheques, cosa que no pasó. En la quinta semana me hicieron ir a la otra sucursal y esperar media hora para recibir un cheque que no pude cambiar. Otro día de espera, por lo menos cerca de mi casa, para recibir otro cheque, con mejor suerte porque sí se pudo cambiar.
¡Cinco semanas! Estoy segura de que fui de las primeras personas a las que avisaron y así se tardaron tanto conmigo. También estoy segura de que era a una de las que más debían, pues a quienes les pregunté, no habían pagado tantos meses como yo. Supongo que fue la combinación de ambas cosas, pero de todas maneras es demasiado tiempo.
La angustia de los días que iban pasando sin noticias, que no contestaran el teléfono, hacer muchas llamadas "al corporativo", esperar, esperar y más esperar. Ir al banco y nada, llegué a pensar que nunca iba a volver a ver ese dinero y me agobié más. Cuando finalmente se pudo cambiar el cheque fue otra vez esa tristeza de ver un plan truncado. Ahora a buscar otro gimnasio que me convenga.
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