Tengo poco más de un mes sin estar inscrita a un gimnasio: los primeros días de horror me puse a hacer ejercicio con fruición, con el miedo de perder la famosa condición que pude haber ganado en este año que pasó. Luego fui haciendo menos tiempo y menos días y no me ha pasado nada: sí hay días que lo extraño pero más como una actividad recreativa y es ése precisamente mi objetivo: ver al ejercicio como una actividad recreativa, al nivel de ir al cine o ver una serie no como una obligación, como lavar los trastes o la ropa.
Luego está el asunto de la comida: cuando iba al gimnasio y volvía con hambre, "me daba permiso" de comer cualquier cosa (prácticamente) y en cualquier cantidad porque "me lo había ganado": ¡falso! Entonces me costaba muchísimo trabajo bajar de peso aunque hubiera días en los que hacía dos horas de clase. En este pasado mes sin ir a clase, he tratado de ser más consciente de lo que como y ¡sorpresa! bajé ese par de kilos que me eché encima por los famosos "permisos".
Ahora el punto es no obsesionarme con la comida, ser consciente de que es una actividad placentera pero no la única, no buscar el comer algo como "premio" o el no comer algo como "castigo", sino tratar de comer lo necesario, que sea lo más saludable posible y en una cantidad razonable. Para eso de las cantidades me ha servido mucho ver a los consanguíneos de mi amado esposo: su relación con la comida es mucho más sana, en cantidades sobre todo.
¿Volveré al gimnasio? Sí y espero que pronto. ¿Volveré a darme permisos de comer lo que sea en la cantidad que sea? No, trataré de seguir siendo consciente de lo que como.
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