El tío Chema le empieza a contar a Tito historias de fantasmas y justo cuando llega a la parte más interesante, se interrumpe y le "vende" el final, es decir, le pide a cambio que haga tal o cual tarea de limpieza. Buen recurso no sólo para mantener entretenido al chamaco, sino también para limpiar su casa.
Así conocemos a los fantasmas, a los espectros y llegamos a un final inesperado que va completamente de acuerdo con el tono de la historia.
Y para volver al tono de este autor, me parece que en este caso encuentra el justo medio, entre la desfachatez de "Operativo nini" y la crítica de "República mutante": ambos rasgos está presentes pero son mucho menos obvios y por lo tanto más disfrutables.

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