En estos tiempos que estamos viviendo muchas personas deciden no leer textos relacionados con los hechos, como las distopías acerca de las enfermedades. Sin embargo, yo encuentro en cierta manera un consuelo en leerlas.
Esta novela trata de las consecuencias de una espora en el organismo de los humanos: los hace caer en la repetición de acciones habituales, pierden la noción del tiempo y del espacio así como la voluntad. Hay algunas personas, que sin una explicación aparente, son inmunes a esta espora y pueden pensar en cómo sobrevivir y reconstruir sus vidas.
La protagonista es Candace una chica que vive en Nueva York y trabaja en una editorial en el área de producción de biblias. A pesar de que no es el trabajo de sus sueños, lo realiza de manera eficiente y obtiene ciertas satisfacciones. Cuando la enfermedad aparece, es una de las personas que se queda en el edificio de la empresa a seguir trabajando. Al principio parece que sí tiene sentido seguir con la vida como la conocían pero luego se va dando cuenta de que deberá tomar decisiones: primero deja de cumplir con sus labores y se enfoca en documentar a través de fotografías (su verdadera vocación) el declive y el descuido en el que ha caído la ciudad.
La narración va del presente hacia un pasado reciente con algunos hechos del pasado lejano y eso logra que vayamos conociendo a Candace y tratando de entender cómo fue que llegó al lugar donde la conocimos. A la mitad de la historia hay una revelación que cambiará cómo se siente ella hacia sí misma y cómo será percibida por los demás.
Me gustó el tono de la narración: ni apocalíptico ni esperanzador sin sentido, un punto medio en el que se presentan los hechos y las acciones para cada lector encuentre su propia reacción. A pesar de eso, el final no me acabó de convencer: para mi gusto era necesario un desenlace más contundente.
Una historia que puede incomodar por los paralelismos con la época actual pero que lleva también a la reflexión.
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