jueves, 26 de mayo de 2011

Responsabilidades

Se supone que una de las cosas positivas de ser adulto es que puedes hacer, dentro de los límites legales y de convivencia pacífica, lo que quieras. Es decir, ya no están los papás para pedirles permiso, ya no te tienes que comer la sopa de verduras ni la de habas, no tienes que explicar por qué usas esa falda y no la otra. Pero entonces llegan esas múltiples y pequeñas responsabilidades que vienen junto con el título de adultez y la situación se pone peor que con los permisos: el trabajo y sus maravillosos horarios, la carga de trabajo dispareja, los tiempos de entrega, etc.

Muchas veces me pregunto: ¿de qué me sirve tener (casi) 30 años si no puedo hacer lo que quiero? Y mucho peor: ¿de qué me sirve ganar equis cantidad a la quincena si tampoco puedo hacer lo que quiero con ese dinero?

Ah, las benditas responsabilidades que se me agudizan por ese cochino chip de "persona cumplida" que tengo incrustado desde la fábrica.

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