Sofía es una chica que acaba de ingresar a la universidad a estudiar periodismo. Su mejor amiga desde la infancia está en otra escuela y eso la lleva a ser más retraída. En uno de sus muy frecuentes paseos por el Retiro, se encuentra con un actor callejero que representa a Cyrano de Bergerac. Será él quien inicie la avalancha de acciones que llevarán a Sofía a hacer cosas que jamás imaginó, a ilusionarse y desilusionarse, a comenzar a probarse como una periodista rigurosa.
Me cayó muy bien la protagonista, quizá porque me sentí identificada con ella al ser tímida y lectora voraz, un bicho raro en la escuela y mala para las relaciones humanas. Pablo, el compañero de clase que tiene intenciones nebulosas, es un chico que a primera vista simpatiza pero de quien hay que tener cuidado.
En cuanto a los adultos, brillan por su ausencia: si bien Rodolfo/Lorenzo es vital para el desarrollo de la trama no lo es por sus acciones presentes sino por ser el hilo conductor con el pasado. Los padres de Sofía y de Pablo son meros adornos aunque la profesora de la universidad sí desempeña un papel relevante para el desenlace del conflicto.
Me gustó mucho la relación que hacen con personajes históricos, cómo se conjunta la historia de Sofía en el presente con la de Mariana e incluso con la de Segis, el actor.
Una cita: "El tiempo esconde tantas historias olvidadas, que da miedo llegar a convertirse en un fantasma sin nombre."
Una novela recomendable sobre todo para los pubertos que pasan por un momento de tomar decisiones, de elegir una carrera o simplemente de confusión.
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