Roy es un puberto cuyo padre es una especie de Indiana Jones: se dedica a hacer investigaciones de diversas culturas en el sitio donde se desarrollan. El puberto arde en deseos de acompañarlo a sus viajes, sin embargo el papá, con dos dedos de frente, se lo ha prohibido desde siempre. Roy, usando su ingenio, se colará en la travesía para descifrar el significado de un cristal que han encontrado con un viejo moribundo.
La historia está narrada en gran parte a manera de diario de Roy con algunas intervenciones que permiten aclarar o añadir información que él no podía saber. Me gustó esa manera de presentar la historia, le da la frescura del puberto contando su sorpresa ante los descubrimientos que van logrando.
El personaje de Roy si bien al principio me pareció caprichudo, luego va cambiando, va entendiendo el por qué su padre no lo había llevado a sus viajes, hasta finalmente madurar y darse cuenta de que todo debe llegar en su momento.
En cuanto a los adultos, hay dos bandos: los que asisten al viaje y los que ven desde lejos. En el caso del primer grupo nos encariñamos o no con ellos gracias a sus acciones y cómo las relata Roy: está la doctora Karla Train una investigadora e interés amoroso del papá; Juancho, el guía del viaje; el profesor Crunch, experto en criptogramas; el doctor Dark, antropólogo y experto en lenguas africanas; el profesor Greg Fatman, investigador de creencias africanas. Además, por circunstancias de la aventura, se les unirá Uwu, un puberto africano con quien Roy desarrollará una gran amistad.
El descubrimiento que hacen me gustó mucho: las descripciones permiten que imaginar los animales, las plantas y el lugar en general. La reflexión final llega de manera sutil y permite que el mensaje llegue sin ser obvio.
Una historia recomendable para quienes gusten de aventuras, misterios y un descubrimiento final. Espero que a los pubertos les guste el siguiente ciclo escolar.
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