Se trata de la historia de Marina, una niña que se ve en la posibilidad de tener una madrasta y hace lo imposible por desenmascarar las malas intenciones pero lo único que logra es descubrir las suyas.
Me gustó que la protagonista no es ni completamente buena ni completamente mala, reacciona como su instinto se lo indica y luego tiene tiempo para reflexionar. Debe madurar antes de tiempo y darse cuenta de que los aliados pueden estar en donde menos se lo imagine.
El papel de los adultos, a pesar de ser secundario, o más bien, el catalizador de la historia, cumple bien. Tampoco son los más buenos ni los más malos y eso los convierte en seres simpáticos.
Mención aparte merecen los dos amigos de Marina, Rocío y Francisco, cada uno a su modo le ayudará a pasar el trago amargo.
Recomendable lectura para los pubertos, para que se den cuenta de que a veces son los malos sin proponérselo.
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