El segundo volumen de la trilogía Xenogénesis me dejó un sabor de boca agridulce. Mientras que el primero me gustó mucho en este hubo algunos detalles que no me acabaron de convencer, sin embargo, considero que es una buena segunda parte.
Akin es el protagonista, primer macho humano nacido de humana. Su misión es crecer y entender sus dos partes para ayudar a los oankalli a decidir lo que pasará con la raza humana. Es un bebé muy precoz debido a su mezcla, pero su apariencia es agradable para los humanos. Debido a eso, es secuestrado y pasa varios meses solamente entre humanos.
El protagonista no es tan carismático para mí como lo fue Lilith, de todas maneras es simpático y cae bien una mirada fresca sobre los alienígenas y los humanos. Me gustó saber qué había pasado con la madre, si bien en segundo plano, nos enteramos de lo que sucedió con ella y sus cónyuges. Sabemos también de la evolución de la relación con la Tierra, con la nave y el plan final, que no conocíamos antes.
Lo que menos me gustó fue el final, pues a diferencia del primer volumen, en este caso sí se dejaron varios cabos sueltos de la historia principal.
Espero que la conclusión de la trilogía sea tan buena, por lo menos, como el primer volumen.
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