En el número tres escogí esta novela para leerla en un día y por un momento pensé que no lo iba a lograr. Más allá de las 200 y pico páginas que tiene, los temas que trata me dejaron triste y me agobiaron más de la cuenta.
Lucía es una chica que tras una piyamada le cambia la vida. Antonio es un chico que vive con sus tíos y no tiene a su madre con él. Ambas historias son tristes y frustrantes: ni uno como lector ni ellos como protagonistas, entendemos por qué las cosas no pueden salir mejor.
Y por eso, aunque el desenlace deja abierta la puerta de la esperanza, no me gustó que fuera tan breve la parte alegre.
Los personajes adultos dejan mucho que desear, excepto Delfina, la instructora de la clase de pulsera hippies, quien en más de un modo salva a ambos chicos.
La recomendaría para los pubertos con la salvedad de tratar los temas en clase o con sus padres, que no se queden nada más con la lectura, sino que vayan y expresen lo que les movió a ellos.
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