jueves, 4 de febrero de 2010

La casa va primero

Pues entonces decidimos que primero había que buscar la casa, para tener en dónde poner las cosas… Así que nos pusimos a buscar, mi novio en sitios de anuncios clasificados en línea ( http://guadalajara.vivastreet.com.mx/ ) y yo en las versiones electrónicas de los periódicos (http://aviso.informador.com.mx/bienes-raices/
http://www.avisosdeocasion.com/gdl/portada_bienes.asp). Gracias al Google maps podíamos ver más o menos cómo eran los barrios y la ubicación exacta (por aquello del uso del término “céntrico”). Además un día caminado mi novio se encontró un anuncio de un departamento. Decidimos ir a preguntar, porque no había número de contacto ni nada. El primer día que fuimos, nos pareció muy tarde en la noche y lo dejamos para otro momento. El segundo día que fuimos estuvimos tocando y nadie nos abrió. Ya nos íbamos cuando vimos que en la farmacia de al lado anunciaban un departamento. Supusimos que era el mismo y entramos a preguntar. Nos dieron la dirección y vimos que no era el mismo, pero de todas maneras nos convenía la ubicación, así que preguntamos si podríamos verlo. Que no, que hasta el otro día, antes de las once. Como nada más nos dijeron algo de la ubicación, fuimos a echar un ojo. Vimos una privada y creímos que era ahí, se veía linda y nos emocionamos.

Así que otra vez hacemos un esfuerzo sobrehumano para levantarnos temprano en sábado y pasamos a que nos enseñen el departamento. Que no estaba el encargado y que regresáramos a la una. Para aprovechar la vuelta, volvemos a tocar en el primer departamento. Finalmente nos abren y pasamos a verlo: unas escaleras empinadas y angostas nos llevan en un viaje hacia los años setenta, cuando suponemos que construyeron el edificio y desde entonces pareciera que no le han dado mantenimiento. Los pisos se ven sucios, por no mencionar que hay basura y restos de los anteriores inquilinos. Restos como trastes y basura, no sus restos mortales. Es grande, sí, pero no nos convence.

Regresamos a la casa de mi mamá y vemos otras opciones en la red, hacemos una cita para ver uno en la tarde, donde sólo aceptan matrimonios y mujeres solas. Antes, mi novio había concertado una cita para ver otro, como están por el rumbo, decidimos ir a los dos. Llamamos a la farmacia y que no, que hasta el lunes. Comemos con la familia y nos vamos a la cita que había hecho mi novio. Llegamos un poco retrasados pero todavía no estaba quien nos lo iba a mostrar. Esperamos, mi novio le llama al arrendador y llega. Entramos y enseguida a mi novio le encanta el lugar: está recién remodelado, pintado, amplio, lleno de luz, está bien ubicado y el precio está dentro de nuestro presupuesto. Preguntamos por el resto de los requisitos y es relativamente sencillo conseguirlos. Además, el arrendador ha vivido ahí y amablemente nos cuenta algunas experiencias y responde nuestras dudas. Quedamos de hablarle el lunes, después de ver los otros.

Seguimos nuestra expedición hacia el otro departamento, resulta estar un poco más lejos de lo que me esperaba. Llegamos y quien nos lo iba a mostrar ya estaba afuera esperando. Entramos y pánico y terror: es una casa muy grande maldividida. Nos conduce al lugar y está mal distribuido, con el lavadero en la cocina, los estantes de la cocina apenas se sostienen en la pared, un pseudobalcón con “protecciones” a los lados… una lindura, pues. Y además el sujeto es extraño, nos cuenta sus penas de cómo debe cuidar a sus ancianos progenitores pero como de todas maneras siempre está al pendiente de sus inquilinos. Huimos en cuanto podemos y nos vamos a dar una vuelta por Analco. Para mí no está taaan feo, pero igual nunca he ido de noche. Anotamos algunos teléfonos y volvemos a la casa.

El lunes en la tarde vamos a la farmacia, a ver si ya estaba la persona que nos podía mostrar el departamento. Llegamos y un señor un poco malencarado nos pide que esperemos para mostrarnos el lugar. Cuando está listo, simplemente sale del establecimiento y durante todo el trayecto (alrededor de cinco minutos) nos dirige ni la palabra ni una mirada ni nada. Llegamos y no es en donde habíamos pensado. Tenemos que subir a verlos: hay tres departamentos y sólo uno está habitado. Vemos los otros dos: uno con closet pero con el lavadero a la intemperie, en las áreas comunes y el otro sin closet y más pequeño. Preguntamos más por no dejar que por verdadero interés, por el resto de los requisitos y salimos de ahí solos, el señor se queda a hacer no sé qué.

Así que tenemos un ganador, el recién remodelado. Mi novio llama al día siguiente y resulta que hay otra pareja interesada, si lo queremos tenemos que dar un anticipo ya. Pánico y terror. Mi novio busca a quien será nuestro fiador, le dice que sí. Lo platicamos, nos seguimos llenando de pánico y terror y finalmente nos decidimos: ése es el bueno. Se agenda la firma, se acomodan los horarios de todo mundo y el siguiente sábado somos unos miles de pesos más pobres, pero tenemos casa. Bueno, departamento. Para nosotros solos. Viva.

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