Si en el tercer volumen de esta historia no comprendía los motivos ni las razones de Elena, en este cuarto volumen, escapa por completo a mi entendimeinto, no sólo lo que piensa la personaje sino también las pretensiones de la autora.
Nos quedamos en que Nino es el amor de la vida de Elena y por él no nada más es capaz de dejar a su marido y una posición económica y social privilegiada, sino que también es capaz de hacer a un lado su dignidad y aceptar sus engaños una y otra vez. Finalmente sucede un hecho que colma su vaso y lo deja y a partir de ahí parece que ella misma ha abandonado su vida.
En este cuarto volumen me quedó claro que el papel de los personajes secundarios era para tener el pretexto de hablar del ambiente político de la época en Nápoles y presentar a fascistas y a socialistas desde dos perspectivas distintas. Sin embargo, cuando Nino también se involucra en la política ya fue demasiado: sabíamos que es un sujeto que se rige por la búsqueda de su bienestar pero eso no lo vi venir.
En cuanto a sus hijas, se le salen de las manos a cada página, las abandona, las detesta, las adora, supongo que como la maternidad misma. Cuando toman protagonismo (tal como lo promete el título) no supe para dónde iba y menos con el desenlace que tuvo: una culpa más que le echa Lina a Elena.
Creo que lo único que me quedó claro fue que Elena es un ser dependiente que buscaba la aprobación externa de dos personas: de Lina, su espejo de toda la vida, el rasero con el que medía todas sus decisiones; y Nino, la figura masculina que representaba todo lo que deseaba alcanzar al dejar el barrio donde creció.
Reafirmo mi idea de que la historia en cuatro volúmenes pudo haber quedado mucho mejor en uno solo donde se le diera el espacio justo a cada elemento.
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