Si en la primera los obstáculos que debe enfrentar Elma son humanos, en esta ocasión será la tecnología la que provoque los problemas. Me gusta que la protagonista haya evolucionado sin dejar su esencia: la importancia de su familia, de su religión y de lo que ella considera justo se mantiene aunque debe ajustarse a un ambiente distinto en la nave que la lleva junto con sus compañeros.
La dinámica con el capitán de la nave también evoluciona y, si bien no se trata de una redención, si podemos comprender un poco más por qué era un patán en la primera historia y por qué actúa diferente ahora.
La relación de Elma con su esposo es de lo mejor del libro: se apoyan y se consultan, si bien ambos tienen muy claros sus objetivos profesionales, eso no les impide tener un matrimonio estable a pesar de todo el tiempo que pasan separados.
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