Leí con gran emoción tanto Voces de Chérnobyl como La guerra no tiene rostro de mujer y esperé con ansias este tercer libro en español pero cuando lo tuve y empecé a leerlo me entró un temor de que al leer las historias me fuera a poner más triste de la cuenta. Así que fui dosificando la lectura poco a poco y finalmente la terminé con un sabor agridulce y mucha tristeza.
De todas maneras me parece un gran libro documental que lamentablemente nos muestra que las cosas siguen igual por aquella región del mundo.
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